Un artículo de Iratxe Herrero Zarate y Carlos Díaz de Argandoña Fernández,
Directores de y-logika, Gabinete de Investigación Social Aplicada
El 15 de junio se celebró el Día Mundial de la Toma de conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez, una efeméride para visibilizar una realidad socialmente oculta: la violencia cometida contra las personas mayores, con diferentes grados de intensidad y en un variado contexto de situaciones. La relevancia del fenómeno fundamenta la necesidad de mantenerlo en la agenda pública y en el imaginario colectivo durante los 365 días del año ya que, desgraciadamente, este fenómeno se convierte en una realidad diaria para muchas víctimas.

El fenómeno del abuso y maltrato en la vejez comenzó a visibilizarse en la década de 1970 —Burston presentó en 1975 el término «granny battering» (abuelita golpeada) en el British Medical Journey— para mostrar una realidad históricamente desconocida. Desde entonces, diferentes aportaciones científicas han establecido una variada tipología de situaciones: maltrato, negligencia y abandono, en función del grado y la naturaleza de violencia ejercida contra la persona mayor. Asimismo, en la identificación del perfil de víctimas han identificado la dependencia como factor relevante asociado a esta victimización.
Sin embargo, los cambios sociodemográficos de los últimos años han modificado la realidad gerontológica en nuestra sociedad, observándose, por ejemplo, un incremento del peso de estas personas en la pirámide poblacional, una mayor autonomía funcional y la adopción de nuevos estilos de vida.
La heterogeneidad de este grupo etario es tan evidente que la propia Organización Mundial de la Salud-OMS ha propuesto diferenciar entre la tercera y la cuarta edad, estableciendo para ello, los intervalos de 65 a 79 años y de 80 y más años, respectivamente. Estos cambios han generado modificaciones en las políticas públicas y en los recursos de atención para adecuarse a las nuevas necesidades de estas generaciones.
En consecuencia, también es necesario revisar los criterios desde los que se analiza y se da respuesta al fenómeno de la victimización de las personas mayores, debido a que los cambios sociológicos tienen una traslación en el ámbito victimológico. Se observa, por ejemplo, que entre las víctimas también hay personas autónomas, lo que supera la imagen tradicional de personas con alguna discapacidad que reciben cuidados de larga duración.
Se constata también la existencia de nuevos ámbitos de victimización que hasta ahora no eran visibles y que también superan la idea de que el maltrato se circunscribe situaciones de dependencia en el ámbito institucional o familiar. Entre ellos, el ciberdelito, los delitos de odio —como la gerontofobia, la aporofobia o la homofobia—, la violencia de género, económica o filioparental.
En este contexto, el enfoque de la Gerontocriminología1 pone el acento en adecuar el abordaje tradicional dado a este fenómeno del abuso y maltrato a la nueva realidad gerontológica, visibilizando su carácter heterogéneo tanto en lo que respecta a las situaciones de violencia como a la singularidad de las víctimas.
Esto implica ampliar el foco de atención a diferentes escenarios: familia, sociedad, recursos de atención, el espacio físico y el virtual, y a perfiles de víctimas con estilos de vida heterogéneos y cambiantes que también suponen diferentes características y tipologías de victimización.
Asimismo, pone el foco en la incorporación del derecho a la seguridad de las personas mayores como reconocimiento necesario de su capacidad de protegerse o tomar parte activa en las políticas de prevención superando la faceta más proteccionista de la actual respuesta social que tiende a considerar a este grupo etario como un sujeto más receptor que protagonista de las diferentes medidas de actuación de las que son público destinatario.
En cualquier caso, la efectividad de estas propuestas requiere de una atención continuada a este fenómeno, que supere la tendencia social de sobreexponer un fenómeno —en este caso la violencia hacia las personas mayores— en torno a una fecha institucionalizada, reduciendo significativamente el interés por dicho fenómeno durante el resto del año.
La victimización de las personas mayores es una realidad que se produce a diario, y las personas mayores necesitan ser atendidas y protegidas en el momento en que son victimizadas, su seguridad y su calidad de vida son un derecho vigente los 365 días del año.
1 Este término fue acuñado en 2015 por Iratxe Herrero Zarate y obtuvo la Mención especial del primer Premio de innovación en materia criminológica, otorgado por la Sociedad Española de Criminología en 2016.